argentinos protestando contra el gobierno 2001

A 24 años de la crisis del 2001 en Argentina

La crisis del 2001 debe leerse como la crisis de un régimen de política económica denominado Convertibilidad. La piedra angular de este sistema consistió en la paridad fija de un peso por un dólar estadounidense.

El estallido: ajuste, recesión y hartazgo social

El estallido social fue consecuencia de múltiples causas, entre ellas, las medidas de ajuste fiscal que el gobierno impulsó en la etapa agónica de la Convertibilidad.

Entre 2001 y 2002, los indicadores macroeconómicos registraron picos históricos: la caída del PIB per cápita fue cercana al 22%, la tasa de desempleo alcanzó el 21,5%, y la pobreza y la indigencia superaron el 55% de la población.

“Que se vayan todos”: crisis de representatividad

La crisis del 2001 estuvo acompañada por una suerte de rebelión urbana al grito de “que se vayan todos”. En ese contexto, como explica Andrés Daín, se observó una crítica profunda hacia la “clase política”, derivada de una severa crisis de representatividad. No obstante, esto no debe confundirse con una crisis de la política en sí misma.

Por el contrario, los movimientos sociales, los piqueteros, las agrupaciones vecinales y barriales, los sindicatos y otros actores colectivos dieron muestra de un activismo político notable. A la crisis de la representatividad se la contrarrestó con organizaciones de base y formas alternativas de acción política.

Ganadores y perdedores de la salida del régimen

La crisis del 2001 también fue alentada por algunos sectores políticos y empresariales cuyos pasivos estaban nominados en dólares. En ese marco, una salida de la Convertibilidad —es decir, una devaluación— implicaba una licuación significativa de sus deudas.

Los grandes perdedores fueron los ahorristas en dólares, ya que la pesificación forzosa de los depósitos afectó gravemente a quienes tenían sus ahorros en divisas. Como consecuencia, la credibilidad de las instituciones argentinas quedó dañada de manera duradera.

Qué fue la Convertibilidad y por qué se sostuvo

Básicamente, se trató de uno más de los tantos programas que distintos gobiernos argentinos, desde 1946 en adelante, implementaron con el objetivo de “derrotar a la inflación”. Los programas que precedieron a la Convertibilidad fueron el Plan Austral y el Plan Primavera, ambos concluidos en un rotundo fracaso, expresado en los episodios hiperinflacionarios que precipitaron la salida anticipada del entonces presidente Raúl Alfonsín (Unión Cívica Radical).

Los problemas inflacionarios e hiperinflacionarios —que reflejaron una brusca caída de la demanda de dinero— marcaron el inicio del gobierno de Carlos Menem (Partido Justicialista). La sociedad le había otorgado un mandato claro: terminar con la inflación.

Menem asumió en 1989 y recién en 1991, con la designación de Domingo Cavallo como ministro de Economía, se implementó el Plan de Convertibilidad. Este esquema estuvo inspirado en experiencias de estabilización aplicadas en la República de Alemania durante la década de 1920.

Entre las características centrales del régimen de Convertibilidad se destaca, en primer lugar, su respaldo legal mediante la Ley 23.928. Esta norma establecía que cualquier modificación del tipo de cambio requería una decisión del Congreso de la Nación, lo que implicó quitarle al Poder Ejecutivo el control directo sobre la política monetaria y el Banco Central.

El espíritu de esta disposición era impedir que el Banco Central financiara déficits fiscales mediante emisión monetaria sin respaldo, estableciendo que la emisión solo podía realizarse contra la compra de divisas. Esta rigidez explica, en el peor momento de la crisis, la aparición de cuasimonedas emitidas por las provincias como mecanismo de financiamiento.

Otras patas fundamentales de la Convertibilidad fueron la reducción del déficit fiscal, la apertura comercial mediante la eliminación de restricciones a importaciones y exportaciones, y el proceso de privatizaciones, que implicó la venta masiva de empresas públicas.

Este programa tuvo, sin embargo, un elevado costo social, especialmente en términos de desempleo. De hecho, este aspecto constituye una de las críticas más persistentes al período 1991–2001.

A lo largo de toda la década, las tasas de desempleo se mantuvieron relativamente altas. Como señala Miguel Kiguel (2018), entre 1991 y 1998 el desempleo promedió el 12,1%, mientras que entre 1999 y 2001 el promedio ascendió al 15,6%.

Cuando el contexto internacional dejó de acompañar

La Convertibilidad se mantuvo relativamente estable entre 1991 y 1995. Sin embargo, cuando el contexto internacional comenzó a tornarse desfavorable, las vulnerabilidades del modelo se hicieron cada vez más evidentes.

El primer gran shock fue la llamada crisis del Tequila, originada en México, que culminó en una fuerte devaluación del peso mexicano y en un fortalecimiento del dólar frente a las economías emergentes.

En marzo de 1995, el gobierno recurrió al Fondo Monetario Internacional (FMI), y un programa de asistencia por 12.000 millones de dólares fue respaldado por el Estado, junto con empresarios e inversores nacionales e internacionales.

Un golpe aún más decisivo fue la crisis brasileña y la posterior devaluación del real. Esto profundizó tensiones que se arrastraban desde 1995 y de las que la economía argentina ya no logró recuperarse.

Se produjeron corridas bancarias que el Banco Central no pudo contener debido a las restricciones impuestas por la propia Ley de Convertibilidad. Esto derivó en la quiebra de numerosas entidades financieras y en la pérdida de cerca del 20% de los depósitos en dólares (Gerchunoff y Llach, 2018).

A pesar de estas debilidades, la Convertibilidad contó durante años con un amplio consenso social. De hecho, en las elecciones presidenciales de 1999 entre Eduardo Duhalde (peronismo) y Fernando de la Rúa (radicalismo), la campaña giró en torno a la consigna “convertibilidad sí o no”.

Diciembre de 2001: implosión y ruptura

La presidencia fue ganada por De la Rúa, cuya propuesta se apoyaba en la continuidad del régimen. La Convertibilidad implosionó finalmente en diciembre de 2001, tras un cierre violento marcado por una fuerte represión estatal que dejó decenas de muertos, saqueos generalizados, destrucción de comercios y una población sumida en la pobreza y el hambre.

La salida de la Convertibilidad implicó una devaluación brusca: el tipo de cambio pasó del uno a uno a alrededor de cuatro pesos por dólar. Esta devaluación contrajo aún más la demanda agregada, profundizó el deterioro productivo y dañó severamente la imagen internacional de la Argentina. Fue un ajuste de enorme magnitud que, según algunos intérpretes de la historia económica nacional, sentó las bases del ciclo de crecimiento iniciado a partir de 2003.

Veinticuatro años después: las deudas pendientes

A 24 años del estallido social de 2001, aún quedan debates abiertos y, sobre todo, deudas pendientes: justicia para las víctimas, reparación institucional y aprendizaje histórico. A casi un cuarto de siglo del “que se vayan todos”, la inflación continúa siendo un problema estructural de la economía argentina (aunque en un proceso nuevo de intento de resolución permanente), junto con la pobreza, el desempleo, la informalidad laboral y la debilidad institucional, especialmente visible en la escasa independencia del Banco Central frente a los gobiernos de turno.

Fuentes

Miguel Kiguel (2018). Las crisis económicas argentinas.
Pablo Gerchunoff y Lucas Llach (2018). El ciclo de la ilusión y el desencanto.
Andrés Daín (2021). Redes sociales.


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